Por una alberca el niño Jaider ahora es un angelito más. Ahora reside en el cielo, al lado de Luis Santiago y otros niños que, como él, han perdido la vida en las peligrosos pero necesarios depósitos de agua en las viviendas de La Guajira
Sin manifestaciones ni reformas legales, sepultaron a Jaider Enrique
Francisco de la Hoz Sarmiento
Riohacha
Luego de haber llegado de su jardín, Jaider Enrique Gómez, de tres años de edad, quiso tomar un baño y por eso se quitó su ropa y se preparó para que le sirvieran el agua, en el baño de su residencia del barrio Dividivi, sur de la ciudad de Riohacha.
Su padre Enrique, como siempre, estaba en su trabajo y por problemas de salud, su madre estaba en una de las clínicas de la capital recibiendo atención médica. Por eso lo habían dejado con una de las vecinas. El menor, no se sabe en que momento, pasó cerca de la alberca y cayó en su interior sin ser visto por quienes estaban en casa, ni por los que llegaron posteriormente.
Se inició la búsqueda por todo el sector
Tras unos minutos sin que el menor apareciera, la mujer que se había comprometido a cuidarlo entró en sospechas y empezó su búsqueda por toda la casa, luego por las calles aledañas y como no lo hallaba, empezó a alertar a los vecinos. Nadie daba razón de Jaider Enrique y por eso decidieron poner en conocimiento de su padre Enrique Gómez, lo que se estaba presentando en la casa por la ausencia del menor.
Lo descubren en el fondo de la alberca
Don Enrique es un pequeño comerciante que se gana la vida vendiendo vestidos en la zona del polideportivo de Riohacha y con el objeto de apersonarse de lo que pasaba en casa se fue para el Dividivi, en donde buscó afanosamente, pero fue una de las vecinas quien entró en sospechas hacia la alberca que estaba destapada. Tomó una escoba y con su palo puyo por diferentes lados hasta cuando sintió que había algo blando al fondo. Volvieron a insistir y ya con varias personas decidieron bajar al fondo, encontrando al menor.
El cuerpo fue sacado muy rápidamente. Fue su propio padre Enrique Gómez o `El Perrero´ como le dicen sus amigos, quien tomó en sus brazos el cuerpo inerme de Jaider enrique, con la esperanza de que con algún hálito de vida pudieran reanimarlo en la clínica donde fue conducido, pero al llegar, los médicos diagnosticaron que el niño había muerto.
Un sepelio sin protestas y sin reformas legales
Ayer en las horas de la tarde, Jaider Enrique fue sepultado en el cementerio central de Riohacha.
En su `entierro´ no hubo protestas y en su velorio no hubo pronunciamientos de presidentes, ni de ministros, magistrados, ni procuradores, pero le sobró lo que a muchos le ha faltado: manifestaciones de verdadero dolor, le sobró la humedad que se lograba con las lágrimas que enjugaban los rostros, no solo de las mujeres familiares y amigas, sino de hombres con los cuales comparten sus padres y de las decenas de niños y niñas que hasta el miércoles estuvieron con él corriendo detrás de un balón de futbol.
El sepelio de Jaider Enrique fue el de la gente pobre, sin vehículos de vidrios ahumados, ni señoras pomposas luciendo sus mejores galas y prendas suntuosas, fue cargado de dolor, fue lleno de esperanza de que su alma pueda llegar a un lugar de importancia en la diestra de Dios.
…Y seguirán las albercas
En este sepelio, muchos padres y hasta los niños, estuvieron cavilando sobre la proliferación de las albercas en las casas y sobre cuantos niños más deben ahogarse hasta cuando se acaben estos elementos necesarios por el pésimo servicio de acueducto.
Este angelito de La Guajira, hoy se desplaza rumbo al paraíso, ese sitio invisible que los niños describen en sus sueños y que está en el camino que conduce a la eternidad.
Él, hoy va tomado de la mano de otro ángel que tiene un día de estarlo esperando y que va entonando himnos en donde se escucha que el perdón es realmente posible.
Ese otro ángel es Luís Santiago Lozano, quien se le acerca al oído a su nuevo acompañante y le susurra que él tiene el encargo de esperar a su padre, con el cual saldrá a pasear por los campos del Paraíso, porque está seguro que el perdón entre los hombres es posible.
Francisco de la Hoz Sarmiento
Riohacha
Luego de haber llegado de su jardín, Jaider Enrique Gómez, de tres años de edad, quiso tomar un baño y por eso se quitó su ropa y se preparó para que le sirvieran el agua, en el baño de su residencia del barrio Dividivi, sur de la ciudad de Riohacha.
Su padre Enrique, como siempre, estaba en su trabajo y por problemas de salud, su madre estaba en una de las clínicas de la capital recibiendo atención médica. Por eso lo habían dejado con una de las vecinas. El menor, no se sabe en que momento, pasó cerca de la alberca y cayó en su interior sin ser visto por quienes estaban en casa, ni por los que llegaron posteriormente.
Se inició la búsqueda por todo el sector
Tras unos minutos sin que el menor apareciera, la mujer que se había comprometido a cuidarlo entró en sospechas y empezó su búsqueda por toda la casa, luego por las calles aledañas y como no lo hallaba, empezó a alertar a los vecinos. Nadie daba razón de Jaider Enrique y por eso decidieron poner en conocimiento de su padre Enrique Gómez, lo que se estaba presentando en la casa por la ausencia del menor.
Lo descubren en el fondo de la alberca
Don Enrique es un pequeño comerciante que se gana la vida vendiendo vestidos en la zona del polideportivo de Riohacha y con el objeto de apersonarse de lo que pasaba en casa se fue para el Dividivi, en donde buscó afanosamente, pero fue una de las vecinas quien entró en sospechas hacia la alberca que estaba destapada. Tomó una escoba y con su palo puyo por diferentes lados hasta cuando sintió que había algo blando al fondo. Volvieron a insistir y ya con varias personas decidieron bajar al fondo, encontrando al menor.
El cuerpo fue sacado muy rápidamente. Fue su propio padre Enrique Gómez o `El Perrero´ como le dicen sus amigos, quien tomó en sus brazos el cuerpo inerme de Jaider enrique, con la esperanza de que con algún hálito de vida pudieran reanimarlo en la clínica donde fue conducido, pero al llegar, los médicos diagnosticaron que el niño había muerto.
Un sepelio sin protestas y sin reformas legales
Ayer en las horas de la tarde, Jaider Enrique fue sepultado en el cementerio central de Riohacha.
En su `entierro´ no hubo protestas y en su velorio no hubo pronunciamientos de presidentes, ni de ministros, magistrados, ni procuradores, pero le sobró lo que a muchos le ha faltado: manifestaciones de verdadero dolor, le sobró la humedad que se lograba con las lágrimas que enjugaban los rostros, no solo de las mujeres familiares y amigas, sino de hombres con los cuales comparten sus padres y de las decenas de niños y niñas que hasta el miércoles estuvieron con él corriendo detrás de un balón de futbol.
El sepelio de Jaider Enrique fue el de la gente pobre, sin vehículos de vidrios ahumados, ni señoras pomposas luciendo sus mejores galas y prendas suntuosas, fue cargado de dolor, fue lleno de esperanza de que su alma pueda llegar a un lugar de importancia en la diestra de Dios.
…Y seguirán las albercas
En este sepelio, muchos padres y hasta los niños, estuvieron cavilando sobre la proliferación de las albercas en las casas y sobre cuantos niños más deben ahogarse hasta cuando se acaben estos elementos necesarios por el pésimo servicio de acueducto.
Este angelito de La Guajira, hoy se desplaza rumbo al paraíso, ese sitio invisible que los niños describen en sus sueños y que está en el camino que conduce a la eternidad.
Él, hoy va tomado de la mano de otro ángel que tiene un día de estarlo esperando y que va entonando himnos en donde se escucha que el perdón es realmente posible.
Ese otro ángel es Luís Santiago Lozano, quien se le acerca al oído a su nuevo acompañante y le susurra que él tiene el encargo de esperar a su padre, con el cual saldrá a pasear por los campos del Paraíso, porque está seguro que el perdón entre los hombres es posible.
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