Por: Alejandro Rutto Martínez
Son las cinco y treinta de la mañana y estamos, como de costumbre, en el inicio del Noticiero de la mañana. Es 23 de abril y los hispanoamericanos estamos celebrando el Día del Idioma, así que decidimos pedirle a los oyentes que nos ayuden a escoger la que, a su juicio, es la palabra más hermosa de la lengua de Cervantes.
Son las cinco y treinta de la mañana y estamos, como de costumbre, en el inicio del Noticiero de la mañana. Es 23 de abril y los hispanoamericanos estamos celebrando el Día del Idioma, así que decidimos pedirle a los oyentes que nos ayuden a escoger la que, a su juicio, es la palabra más hermosa de la lengua de Cervantes.
Las llamadas no se hacen esperar y las sugerencias tampoco: una y otra vez se repite “amor”, “Dios”, “Felicidad”, “libertad”, “paz”, , “amistad”, “armonía”, “mamá” y “patria”. Alguien llama para pedir que declaremos “dios” fuera de concurso y quienes estamos ante los micrófonos y actuamos como improvisados jueces, acatamos la solicitud. Hacemos el recuento y “amor” gana desde lejos seguido por “amistad”, “mamá” y felicidad”.
Una vez más los hablantes, verdaderos dueños del idioma y máxima autoridad del mismo, han preferido el fondo ante la forma y se inclinaron por el significado en lugar de tener en cuenta, por ejemplo, la sonoridad o el colorido de los vocablos.
Se demuestra también que, a pesar de las circunstancias las ganas y la necesidad de amar y ser amados sigue latente en el corazón y el pensamiento de las personas. Y todos los demás afectos están presentes en todas las áreas de la cotidianidad: por la madre, por el suelo, Por el Ser Supremo. En fin, la vida es una constante búsqueda del camino hacia los valores y hacia los principios aunque no todos tienen claros los principios y valores detrás de los cuales se marcha.
Si las palabras más hermosas se escogieran por su eufonía entonces en la lista de las más bellas merecerían un cupo algunas como nostalgia, utopía, cristal, orquídea, crepúsculo, geranio, verso, azahar, firmamento, ángel, noche, sombra, azul (el color preferido de los poetas), tristeza, soledad, mariposa, árbol, caricia y frenesí. Y por supuesto, no podría faltar la palabra que representa a todas las palabras bonitas de todos los idiomas: poesía.
Los usuarios del idioma inglés, al elegir sus más bellas palabras, se inclinaron por igual hacia los significados, aunque en su selección figuran también algunas de agradable sonoridad. En las escogencias figuran casi siempre palabras como passion(pasión), mother(madre), tranquility(tranquilidad), freedom(libertad), eternity(eternidad), fantastic(fantástico), blossom(florecer), smile(sonrisa), liberty(libertad). ¿Parecida la selección, cierto? Pues para que la semejanza sea aún mayor es bueno anotar que también escogieron love (amor).
Las palabras tienen vida: palpitan, ríen, lloran, vienen, se van, se renuevan, nacen, crecen, se reproducen y mueren. Se las encuentra en el universo feliz de los sentimientos y en el pantano indeseable del sufrimiento. En la ida rebosante hora nítida de la vida rebosante y en el crucial instante en que nos encontramos frente a frente con la muerte en la etapa crucial de nuestra propia historia. Estarán siempre a nuestro alcance y serán siempre útiles para quien desee expresar su amor por la vida, su interés por las personas o su sentimiento personal, íntimo y sublime.
Para Pablo Neruda, quien las sedujo, las amó, las conquistó y convivió con ellas en un matrimonio del que nacieron hermosos poemas conmovedores relatos y sublimes libros, las describe con la ternura de quien mejor las conoce: “son las palabras las que cantan, las que suben y bajan.Me prosterno ante ellas... Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito... Amo todas las palabras. Las inesperadas... Las que glotonamente se esperan, se escuchan…Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío..."
Ya ha caído la tarde y las palabras se repiten. Amor, amistad, felicidad, madre. Son las palabras preferidas de los mayores. Quise conocer las más amadas de los niños y me acerqué a donde estaban tres de ellos con su infancia acuestas y sus libros en el morral: “merienda”, me dijo el primero; el otro se lo quedó mirando como si le hubieran quitado la palabra de la boca pero luego recordó otra y no dudó en proclamarla: “recreo”. El tercero nos miró a todos y dijo vacaciones, con lo cual consiguió el aplauso de sus compañeros. Y se fueron caminando, sin afanes, como si la vida fuera un diccionario enorme y cada elemento de sus inocentes días, una palabra para ser felices.
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