Por: ALEJANDRO RUTTO MARTÍNEZ
Corría el año de 1.926. El sol del desierto hacía estragos en la escasa vegetación de la península y las pocas fuentes de agua se habían secado.
La historia no era distinta a la de siempre. Los wayuu vivían el verano con paciencia porque tarde o temprano Maleiwa enviaría a Juyá para calmar su sed. Por eso vivían normalmente su vida y se dedicaban a sus actividades normales. Una de ellas era el comercio del maíz. Uno de sus sitios predilectos para intercambiar el grano por otros productos.
A ese sitio se le denominó con el nombre de "Maiko" , palabra que en wayüunaiky significa "Tierra del Maíz". Alrededor de ese sitio se construyeron las primeras viviendas y después otras y otras. El punto de tráfico se convirtió en caserío y el caserío en pueblo y el pueblo en ciudad. De eso ya han pasado 80 años y Maicao sigue siendo una ciudad tan joven que es casi imposible encontrar maicaeros mayores de cincuenta años.
Y cuando encontramos a los maicaeros de cualquier edad, generalmente son personas cuyos padres llegaron de otros lugares del país o del exterior. La ciudad ha vivido desde entonces en los altibajos propios de sus eventuales y excéntricas bonanzas y de sus permanentes y legendarias crisis económicas. Una de sus bonanzas fue la del comercio.
Colombia protegía a su industria impidiendo el ingreso de mercancías extranjeras y el único sitio por donde estas entraban era, precisamente por Maicao. Además, Venezuela vivía una bonanza económica y tenía una de las monedas más fuertes del continente.
Las ventas de los almacenes eran astronómicas; la gente se movía sin cansarse de un lugar a otro; los comerciantes amasaban fortunas y, en general la gente obtenía ganancias para vivir, por lo menos, decentemente. La bonanza, como toda bonanza fue temporal.
Y como toda bonanza mal administrada deja más mal quebien. Después de esos tiempos agitados las cosas volvieron a tomar su curso. Y ocurrió como cuando alguien bebe en exceso: al día siguiente se levanta sin dinero y con el guayabo: una sensación de malestar total.
Sin embargo, una cosa debe aclararse: el comercio de la ciudad disminuyó pero Maicao no se acaba. Separemos los dos conceptos.
Una cosa era el comercio, las ganancias absurdas, las ventas millonarias y otra la sociedad que crecía al lado de este maremágnum de dinero y comercio. Si el comercio se acabó, la ciudad vive; si las ventas disminuyeron, la juventud creció; si el agite se moderó, lasesperanzas aumentaron.
Maicao no se acaba. Vive hoy en el espíritu de una sociedad convencida de su presente lleno de posibilidades y de su futuro prometedor.
Y por eso siguen en la lucha como en 1926 cuando el sol del desierto hacía estragos en la escasa vegetación de la península y las pocas fuentes de agua se habían secado.
Felicitar al sr alejandro rutto por esta pagina que nos tiene siempre informado al dia como dice el.
ResponderEliminarDesde aqui desde republica dominicana, como maicao no hay aqunque tengamos todo los centros comerciales, los parques de diversiones, la calidad de gente que vive en maicao es diferente.
Siempre estare agradecida con mi pueblo de maicao.
Muchas bendiciones